[Fanzine] Panfleto contra la legalización de los espacios okupados [CAS]

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Torino, febrero 1994.

Panfleto contra la legalización de los espacios okupados

de El Paso Occupato y Barocchio Occupato

Traducido por Resiste! (https://resiste.squat.net/)

Introducción: Vivre libres ou mourir (Vivir libres o morir)

Nuestro sueño es vivir libres, destruir cada forma de poder constituido y toda jerarquía, que son su negación.

Para nosotrxs la libertad no puede estar separada del placer. Por eso, somos capaces de hacer grandes esfuerzos para conseguir libertad y placer, conscientes de que no existe libertad en el sacrificio y en la inmolación.

En este sentido, la experiencia más completa de la que hoy nos reapropiamos es la de la autogestión, la cual se consigue a través de la acción directa, entendida como experiencia abierta, colectiva y ampliable a la que no le importan los límites que el Estado establece entre legalidad e ilegalidad.

La okupación de los espacios abandonados reúne estas prerrogativas y abre las puertas del modo más correcto a la autogestión. El desarrollo de la autogestión de nuestra vida no es practicable sin subvertir lo existente.

La autogestión

Es la forma de gestión de la anarquía, su corazón impulsor.

Autogestión es la posibilidad de establecer, según el principio de la responsabilidad individual y el método de la unanimidad (seguramente, no el – democrático – de la mayoría), las reglas de la propia existencia.

Autogestión como posibilidad de reunificar esferas separadas de la experiencia humana: pensamiento y acción; actividad manual y actividad intelectual, para reconquistar esa totalidad que nos ha sido sustraída por la especialización de las actividades impuestas desde la cultura del poder.

Por qué la autogestión es la primera fuerza de la okupación y premisa indispensable de su evolución en sentido subversivo.

Desde el lejano 1988 lxs okupantes de El Paso escribían en los boletines de los Centros Sociales que se presentaban como sujetos de su propia acción, primeros usuarios y primeros en gozar de ello.

La okupación parte de la necesidad real de la vivienda como espacio de expresión, sociabilidad, no comercialización y rechazo a las reglas alienantes de las instituciones.

Solo este interés directo, el deseo de concretar estas fuertes aspiraciones negadas, da la fuerza a lxs okupantes para superar las fases de represión, el traslado de desalojo en desalojo, de denuncia tras denuncia; hasta conseguir abrir un espacio donde empezar realmente la autogestión colectiva. Y de aguantar las mil vejaciones que el poder ejerce contra los espacios okupados (controles, irrupciones y nuevas denuncias).

El hecho de que lxs okupantes dirijan egoístamente los resultados de sus acciones y de la autogestión en primer lugar hacia si mismxs, es la mejor garantía de autenticidad de su discurso. Quién quiera hacer otro, encuentra así un nuevo camino, pero ya experimentado. De este modo lxs okupantes se niegan a sí mismxs como vanguardia militante destacada y se proponen como primeros usuarios de sus acciones, introduciéndose en el juego personalmente sin tener que renunciar a la lucha política, o mejor dicho, a la lucha por la destrucción de la política.

La valentía de su experimento de vida y la carga subversiva de sus propuestas se verán reflejadas en los éxitos de la autogestión dentro y fuera de los squat.

Lxs okupantes implicadxs personalmente, y no solo a nivel de abstracción ideológica – como ocurría con lxs militantes de los colectivos políticos – tendrán miles de buenas razones para luchar por construir proyectos autogestionados, que les otorgan una inmediata mejoría en sus calidades de vida, debido a la reapropriación de espacios de libertad substraídos al poder.

Se consigue así la superación completa, en sentido subversivo, de la triste y anacrónica figura del militante político-ideológico de los años 70, que resulta incompatible con la dinámica de la autogestión. Y con ello desaparecen también las pálidas figuras de los gregarios y de la gente instrumentalizable en la calle, que son futuros votos para la izquierda. Una ruptura limpia con la alienación política de carácter marxista-leninista que ha provocado el bien conocido desastre de los años 70 y 80.

Una bofetada en la cara a la masificación que presupone delegación y jerarquía, división de roles y rígida organización. Una bofetada a lo cuantitativo como criterio central de valoración de todas las iniciativas e ideas.

Concepto cuantitativo “con cada medio necesario” que está a la base de la muy promocionada política de la agregación.

La autogestión encerrada muere

La autogestión es la premisa indispensable para el desarrollo de la práctica subversiva de la sociabilidad.

Esto se evidencia con fuerza en las okupaciones.

Pero la autogestión encerrada tras los muros de una okupación muere.

La idea y la práctica subversiva libertaria no pueden concluir en la conservación de un espacio, aunque sea okupado. Su desarrollo excluye una dimensión estática.

La idea misma de autogestión no es concebible si no se extiende a todos los aspectos de la vida y no puede ser recluida entre cuatro muros. La autogestión reclusa se convierte inevitablemente en autogestión de la miseria, autogestión del gueto.

Aferrarse a las migajas caídas del banquete de los poderosos cuando deberíamos reconquistarlo todo es un discurso mezquinamente conservador que nos es extraño y que, además, coincide con los planes de control y de recuperación del poder.

Las experiencias de los centros sociales y de las casa okupadas de los años ‘80 en Italia y las experiencias internacionales, nos dan un marco evidente del triste recorrido de las realidades autogestionadas que se han cerrado en si mismas.

Las etapas recorridas en la autoextinción son recurrentes: gran escasez de actividad dirigida hacia el exterior, sobre todo, ninguna actividad política. Cualquier actividad política, vista como inicio de corrupción, será demonizada e identificada – no sin razón – como inútil actividad ritual.

Otras jaulas son recorridas: la de la creatividad “artístico”-artesanal, la autoconstrucción, la autoproducción, el trabajo colectivo o el ocio -sexo, droga y rock’n’roll-.

La característica es la especialización de lxs “autogestores” en una o en algunas de estas actividades separada del resto de lo vivido, que no se afronta hasta que no te estalla en la cara individualmente.

Entre las primeras expresiones “políticas” que caen está la asamblea: una inútil pérdida de tiempo, superflua en agrupaciones de pocos individuos, instrumentalizable por locuaces cabecillas, jamás concluyente a causa de sus propios límites. La asamblea queda como un instrumento de debate y de decisión colectiva no valida en los squat con mucha gente y llenos de iniciativas. De hecho, ésta resulta indispensable a lxs cabecillas en formación para evitar demasiados enfrentamientos, especialmente colectivos, y así imponer sus iniciativas como hecho consumado.

Lxs gregarixs, por su parte, están bien contentxs de no tener que perder el tiempo en situaciones en las que los demás hablan, ya que se quedan siempre mudxs y pasivxs.

La delegación se desarrolla como modo natural de relación, convirtiéndose la calumnia y el murmullo en válvulas de escape del malestar.

Con el fin de las actividades dirigidas hacia el exterior prevalece el espíritu grupal, naturalmente jerárquico. La división de roles se impone también según esta jerarquía.

Aparecen así jefes, subjefes y simples comparsas. Jefes reales que deciden sin consultar anteriormente con los demás, midiendo el ambiente que hay. La aplicación de las decisiones de los jefes es ejecutada por los subjefes pertenecientes al grupo de los fidelísimos que se agrupan en torno al jefe.

Hasta en situaciones de sobrepoblación prevalece la relación amistosa – aquí todxs somos amigxs – que trae como consecuencia la formación casi inmediata de relaciones mafiosas. Entonces, no hay más un acuerdo común al cual se adhiera cada individuo porque lo haya elegido libremente, discutiéndolo con lxs otrxs y aprobándolo según el método de la unanimidad. Pero todo es permitido al amigo del Amigo, y nada lo es a quien pierde su posición o es considerado externo a la pandilla. Se perpetran privilegios (miserables) y abusos, sin ninguna posibilidad de hacer valer tus opiniones en un momento donde ya no existe dialogo. Los únicos medios de hacerse valer serán la fuerza y la intriga.

Explotan en el interior de la casa ocupada todas las tensiones acumuladas afuera pero también adentro. No hay más posibilidad de volcarlas hacia fuera, de donde en realidad provienen, siendo que faltan actividades y acciones hacia el exterior.

Si es que sobreviven actividades hacia el exterior, se tratará meramente de cosas “tranquilas”: producción artesanal de pacotilla y superflua, sub-servicios sociales suministrados con un entusiasmo comparable al de las organizaciones paraestatales, principalmente teatrines.

En esta situación, tienes que pagar por cualquier cosa, pero no para alimentar nuevas iniciativas de autogestión, sino para mantener los gestores de la “autogestión”. Se produce un constante empobrecimiento de las ideas, que no exponen más que en privado. Se encontrarán solamente actividades rituales, procedentes de una época en la cual en el grupo había un feeling, repetidas cansinamente. Se permanece en la casa ocupada por incapacidad de crear otras, más anheladas oportunidades, y no por elección.

Tendencia, con el pasar del tiempo, a privatizar todos los espacios y adaptar aquellos que no sirven para habitaciones, en simpáticas tiendas con los cuales se intenta ir tirando. Transformación del lugar ocupado en un inmensa tienda degradada del cual quisieran vivir todxs lxs ocupantes, mientras se cultiva la ilusión de enfrontarse al resto del mundo.

En ese entonces ya no se puede hablar de autosugestión de la miseria, si no solo de miseria.

En el interior de la ocupación se han entonces reproducidos, burdamente imitados, todos los mecanismos de la alienación y del autoritarismo, de la explotación y del simple conformismo, de los cuales se pretendía escapar ocupando.

El squatter primero renuncia a la acción directa, satisfecho de aquella que lo ha conducido a la conquista de un espacio. Creyendo poder vivir en la isla feliz, renuncia poco a poco a la autogestión. Pero el squat, perdiendo la autogestión, pierde su espíritu, su identidad. No es más que la basura del propio estado de las cosas.

La acción directa

Como es sabido, el acto de la ocupación es una forma de acción directa: ilegal, colectiva, conducida abiertamente, que lleva a un grupo de individuos a reconquistar un espacio vital sustraído anteriormente a la colectividad por el poder.

La práctica anárquica de la acción directa reaviva la autogestión de las ocupaciones existentes, dándole a la gente de las casas okupadas la justa dimensión dinámica que puede transformar las okupaciones de receptáculo de todas las miserias a plasmación de lo deseado, de resto del estado de las cosas a experiencia propagatoria de liberación.

Nosotrxs, que cultivamos el gusto por la aventura y el libre transcurso de las pasiones, vemos que solo a través de la práctica continua de la acción directa, saltando fuera de los cuatro muros, superando con indiferencia los confines lícitos impuestos por el Estado, conseguimos abrir nuevos espacios a la autogestión de nuestra vida màs allá de las okupaciones y a dar un nuevo sentido a las ocupaciones existentes. En resumen, a difundir aquí y ahora la práctica de la autogestión generalizada.

La etiqueta de la autogestión

En el variopinto panorama de las ocupaciones italianas destacan por su particular interpretación de la autogestión toda una serie de centros sociales.

En estos centros prevalece llanamente la alienación política sobre otras formas de alienación (alienación artística, existencial, productiva). Son los centros donde todavía se encuentran los zombis de la militancia sacrifica. Su carácter es marxista-leninista con ciertos tintes estalinistas o maoístas. Aquí, y solo aquí, la ideología no ha muerto, el tiempo se ha congelado, se ven barbas, retratos del Che y hoces y martillos en tres dimensiones.

El único motivo real por el que se constituyen es la agrupación de las masas entorno a objetivos políticos decididos por la cúpula de la organización política. Por lo tanto, no sorprende que estos Centros presenten solo una versión larval de la autogestión: un discurso que nunca llega a la practica. Bueno sin embargo, para ser agitado como bandera.

Algunos de estos CSA destacan por su gestión instrumental, espectacular y centralizada de la música. Acomodadísima a la comercialización y al Rock-Star system.

Si el objetivo es reunir gente, es mejor que toque el Grupo famoso, aunque putx al servicio del capital de alguna grande multinacional discográfica, vendrá más gente. Y si el Gran Grupo toca en el Gran Centro Social de la metrópoli donde… vendrá más gente.

Escasa práctica de la autoconstrucción y también escasa, esporádica y retrasada práctica de la autoproducción. Autoproducción que imita con notable retraso a la de los libertarios. Pero rápidamente modernizada en la línea del pensamiento maquiavélico-jesuítico que justifica cada medio para alcanzar el fin supremo. Autoproducciónes y autogestiónes de la música embarradas en el negocio, en la comercialización, en la publicidad. Que llevan el marco esterilizante de todas las actividades nacidas como meros instrumentos de una voluntad superior.

Los CSA que hacen de la autogestión su propia sigla no son en absoluto inmunes a la solicitud de subvenciones estatales o de servicios al Estado (reestructuración, manutención, obtención de materiales), se sobreentiende que por abastecer de otros servicios a la colectividad. Así nos explicamos mejor el enfoque turístico al tema de la autocostrucción.

Estaría bien que los Centros Sociales subvencionados por el Estado italiano evitaran malentendidos aclarando a todxs que la letra final de su sigla quiere decir Asistido y no Autogestionado.

Pero sobre todo, en muchos CSA sobrevive un sistema de toma de decisión vertical basado en la gerarquia y la delega, que nada comparte con la autogestión. Estos Centros se preocupan bien poco de la difusión de la práctica autogestora pero cuidan mucho la política “de partido”, predeterminada por las cúpulas dirigentes de la organización, donde el Centro Social tiene el papel de correa de trasmisión. La total centralización en el Gran Centro Social produce efectos devastadores en la periferia, de manera que el eslogan 10-100-1000 ocupaciones suena a burla.

En definitiva, muchos CSA están más que dispuestos a una práctica autoreformista y comprometedora con el poder, pasado de contraparte a interlocutor, del cual pedir seguridades, reconocimientos, garantías, contratos, derechos y dinero. Especialmente si una parte institucional – los partidos de izquierdas – los apoya (aunque por innombrables motivos de propaganda electoral). Reaparece como un fantasma el mito de la Unidad a base de ideologías comunes. Fingiendo de no saber, se llega a considerar la legalización – que en el resto de Europa occidental ha sido el fin de las ocupaciones – como una victoria política…

Puede ser que con una cierta ceguera, unx se podría iludir que las luchas antagonistas se puedan llevar también desde Centros legalizados, subvencionados, reestructurados, reglamentados, y controlados por el Estado.

Pero lo que seguramente no se puede desarrollar en similares condiciones es la autogestión.

La autogestión necesita de la máxima libertad para poder crecer. Y la autogestión practicada por los okupantes es la única base coherente para el desarrollo de la subversión fuera y dentro de los squats.

La espectacularización

Desde su nacimiento hasta hace pocos meses, la gesta de los espacios ocupados en Italia ha sido siempre censurada por los grandes medios de información esclavizados (prensa, radio, televisión). Su espectacularización era llevada a cabo solo para producir reportajes superfluos y de carácter contra-cultural o como episodios de crónica negra. La imagen del okupa tirada como un hueso a las masas, oscilaba entre el colorido joven punk y el “terrorista” debutante, autónomo o anárquico. Sobre todo la sospecha de no ser más que drogadictos.

Cuando los ocupantes con sus acciones ponían en entredicho algún aspecto del Estado entonces se recurría a la segunda imagen, poco tranquilizadora, de herederxs de lxs extremistas pegadores de los años 70, locxs rabiosxs, completamente aisladxs de el contexto civil. O si no, en verano, aparecía algún reportaje a todo color sobre esos extraños jóvenes que no quieren saber nada de trabajar, se agujerean las orejas, se tatúan como animales y escuchan música rock. Siempre abierta, con estupor al principio de lxs propixs ocupantes, la página de espectáculos de la grande prensa.

La democrática apertura a los aspectos espectaculares y culturales de los espacios sociales es pues un dato que hace reflexionar.

A través de la gran prensa, los espacios sociales han podido presentar a la gente la cara espectacular-asistencial viendo sistemáticamente censurado o enmascarado todo lo demás. Una mutilación significativa y no casual en el imaginario colectivo.

Esta situación ha permanecido invariable durante años. Pero las cosas cambian. Desde hace algún tiempo, y precisamente desde que el CSA Leoncavallo estaba bajo desalojo, hemos asistido al deshielo de los grandes y menos grandes órganos de manipulación del consenso en las manos de la izquierda institucional, hacia la extrema izquierda, principalmente Autonomía, presente en los CSA.

Dos ejemplos: los abundantes reportajes sobre lxs bravxs chicxs del Leonka en RAI 3 (televisión de estado, ndt) y el Manifesto (periódico de izquierda, ndt) que se transforma en tribuna de la Autonomía sobre la cuestión de los Centros Sociales.

¿Qué ha sucedido?

Por una parte la izquierda institucional, PDS (Partito Democratico della Sinistra, ndt), Rifondazione Comunista, Rete, Verdi deciden iniciar su campaña electoral contra la Lega victoriosa en Milano, utilizando el desalojo del Leonkavallo.

Se trata de un caso ejemplar de oportunismo político del ex-PCI (Partito Comunista Italiano, ndt) que en el 89, gobernando la ciudad junto a su compañero Craxi, había desalojado militarmente y destruido gran parte del Leonkavallo. Pero la golosa ocasión anti-Lega hizo que se variara la valoración política sobre los Centros Sociales.

Por parte de Autonomía, que dirige el Leoncavallo, se intentó salvar “con todos los medios necesarios” el más antiguo y renombrado Centro Social de Italia, decidiéndose (al nivel de la cúpula) encontrar alguna legitimación estatal.

Tanto en Milano como en Roma, Autonomía busca la fuerza política necesaria para arrancar cualquier reconocimiento del Estado. Pero esto no pasa y es necesario buscar alianzas y organizar formaciones.

Y he aquí que resurge una antigua herramienta usada cíclicamente cuando la extrema izquierda está en crisis de ideas y proyectos. La alianza sobre bases ideológicas con la izquierda institucional.

En Roma el abrazo obsceno lleva al CSA a recoger firmas por la legalización junto al ARCI (Associazione Ricreativa Culturale Italiana, ndt) y a los Boy Scout, y a apoyar Rutelli en su campaña electoral. Pero es en Milano donde el Frente Popular unido entorno al Leoncavallo, encuentra la expresión más completa del espectáculo. Entrevistas, mesas redondas, artículos interminables, manifestaciones, concentraciones, contra-concentraciones, artistas, saltimbanquis, payasos, mártires, premios Oscar, intelectuales progresistas, policía, páginas de periódicos y madres preocupadas. Ficción y realidad se mezclan y todo hace espectáculo, lo cual todo transforma en espectáculo.

Y con la espectacularización se llega a la esterilización.

Todo sucede como un gran espectáculo y el espectáculo domina la vida.

El Centro Social que había escogido en el 89 el cocktail molotov como medio de defenderse ahora escogía el Telediario de sus desalojadores. Y las condiciones son muy duras. Dos meses de espectáculo Leoncavallo lo conducen a un callejón sin salida definido a poco a poco por sus compañerxs de la izquierda institucional. El Centro se muda provisionalmente a la extrema periferia, subscribiendo condiciones muy limitativas en cuanto sean aplicadas.

Y cuando el Leonka rompe huyendo del guion acordado con la izquierda partidista y comienzan a suceder cosas que no son del agrado de los patrones de la información, llegan primeros los golpes y luego el silencio de la censura.

Durante meses todos los telediarios y todos los periódicos proyectaron la imagen desconsoladora impuesta como prototipo del Centro Social. Aquella que les gustaba a los partidos, Centros Sociales como lugar de suministro de servicios para marginadxs, extracomunitarixs de color, lugar de reinserción de casos lamentables, lugar para el “tiempo libre”, de lxs pringadxs, contenedor y reproductor de subcultura juvenil, centro de agregación de tensiones que evidentemente se subliman en el, ennoblecido solo por el hecho de ser de izquierda y de constituir, en definitiva, un depósito de votos y de futuros políticos para los partidos de izquierda.

En esencia, el Centro Social como lugar asistido y preparado para reproducir el conformismo y la normalización a través del suministro de servicios de los cuales carece el Estado dirigido a los sujetos marginales que multiplicándose en las grandes ciudades podrían convertirse en un gran problema para el orden público.

Este quizá sea el aspecto más inquietante de la espectacularización vinculada a toda la izquierda unida relacionada con el Leoncavallo.

La legalización en otros países

A pesar de la distinta evolución e historia de las ocupaciones en el norte de Europa, podemos hacer algunas observaciones, sobre todo referentes al “movimiento” de los squatters y el poder.

La legalización, uno de los remedios más eficaces contra los disturbios de la subversión, ha sido utilizada, sobre todo por regímenes social-demócratas, para aplacar los impulsos más radicales y abiertamente subversivos.

Hace ya años que el plan TREVI (Terrorismo, Radicalismo, Extremismo y Violencia Internacional, ndt), organizado por varios ministros de Interior de la CEE en contra de todo tipo de subversión social, proponía dos salidas para resolver el problema de las ocupaciones: la intervención directa de la fuerza pública, o bien, el recurso a “…procesos graduales de legalización / integración” (de Umanitá Nova 28-11-93).

Exponemos a continuación una breve relación de los fenómenos que la legalización ha producido en las grandes ciudades europeas, Hamburgo, Berlín, Ginebra, París, Zurich:

– Separación en los objetivos, pero sobre todo en la práctica, entre squatters y legalizadxs. Las casas legalizadas, normalmente no se solidarizan con las ilegales amenazadas de desalojo.

Una vez conquistado el alojamiento y el propio espacio vital a través de un contrato con el propietario, la tensión de lxs ex-ocupantes se apacigua, estxs ya se ven menos vinculadxs a las manifestaciones y a las luchas, la administración doméstica predomina sobre la voluntad de acción.

En Berlín y Hamburgo, en el movimiento de ocupación a principios de los 80, las casas ocupadas ilegales fueron bajando en número hasta desaparecer, paralelamente las luchas más radicales también se dispersaron.

– Los contratos vinculan a lxs okupantes. Las casas con contrato son reestructuradas según lo acordado con el propietario, graffitis y fachadas son pintadas de nuevo, el propietario exige el pago de un alquiler. El ocupante se transforma de potencial subversivo en mero inquilino.

– Nace el negocio alternativo. De Berlín a Ginebra, son muchos los Centros Sociales legalizados que pagan sus baristas, quien pega los carteles, quien lleva la puerta a las iniciativas.

Negocio de la música, del espectáculo, de las fiestas: también en los locales más alternativos grupos teatrales, cinéfilos y musicales piden subvenciones al ayuntamiento pisoteando alegremente por un puñado de billetes los principios más elementales de la independencia, autofinanciación y autogestión, pero manteniendo la etiqueta alternativa. En otros casos no es extraño ver el pago de ciertas tasas que el Estado impone a la música y otros espectáculos.

– Aislamiento respecto a los discursos más radicales. Iniciativas y acciones, manifestaciones y luchas son propuestas por un movimiento ya apagado por la ilusión de haber arrebatado algún metro cuadrado a los tiburones. En la práctica de la acción directa el movimiento se expresa con cadencias fijas y espectacularizadas; un ejemplo claro es el ritual deportivo del Primero de Mayo berlinés.

En Hamburgo a pesar de la renombrada radicalidad de las acciones de Hafenstrasse, las casas ocupadas son todas legalizadas. Quién ocupa es desalojado en 24 horas. Algunxs ocupantes llegan a afrontar el problema de la vivienda habilitando roulottes. La misma solución se ha adoptado en Berna: Zaffaraya es un campo de roulottes y camiones donde viven una veintena de okupas.

La responsabilidad política de quién quiere la legalización

En los últimos tiempos se han evidenciado como simpatizantes de los Centros Sociales casi todos los partidos de izquierdas; esto naturalmente ha surgido sobre todo por el antagonismo instrumental que han querido generar en su enfrentamiento contra la Derecha (el monstruo del momento para combatir, olvidando lo demás y votando a la izquierda “tapándose la nariz”), Derecha cuya clara posición de odio hacia los CSA, es por todxs bien conocida.

No es casual que no hablen de ocupaciones, si no de centros sociales: ese terrible término, con sabor a realpolitik burocrático-socialista, incluye a todos aquellos lugares que, según la interpretación institucional y a los ojos de la llamada sociedad civil, desarrollan funciones de utilidad pública: desde centros para ancianos a cooperativas ceramistas, del tratamiento de toxicómanos a las salas de ensayo de barrio. Todos Centros Sociales.

Con conceptos de semejante ambigüedad, la Izquierda ha intentado con todos sus medios divagar sobre solidaridad a tutiplén pero SIEMPRE EVITANDO DE HABLAR DE OCUPACIÓN. Consecuentemente a esta actitud los ayuntamientos (juntas?) rojas han seguido desalojando cada sitio ilegal en cuanto ganada la poltrona: de Génova a Roma, en un seguido ideal del buen gobierno de izquierda que bien conocen todxs lxs desalojadxs en los ultimos 10 años por ayuntamientos rojos de Torino, Milano, Bolonia, Genova, etc…En la cara de los facias / vaya fascistas !

Decíamos entonces que no es casual que la izquierda se niega a hablar de ocupación: los partidos de izquierdas (Rifondazione, PDS, Verdes, Rete) están dispuestos a tolerar los C.S. solo y exclusivamente si estos tienen una función reconocida por el consorcio civil y si están legitimados por la satisfacción de los fruidores de sus serviciós, de modo que no se pierde el apoyo electoral y evitando acusaciones referentes a la tolerancia de situaciones diferentes al orden establecido o hasta enemigas del mismo.

En pocas palabras, el Poder se rebaja a pactar la existencia de cuatro muros no directamente concedidas por el mismo, solo si de aquellos no surgen acciones contrarias al status quo; por tanto, bienvenidos sean los servicios gratuitos y voluntarios que cubren las lagunas asistenciales del Estado; bienvenidas sean las obras sociales que, por una parte legitiman la existencia de los Centros Sociales de cara a la gente, pero por otra parte legitiman al poder que las tolera y su buen gobierno con la cuya colaboración se puede mejorar nuestro modo de vida en este estado sin nunca meter en peligro su existencia verdadera.

Pero increíblemente no son – come sería de esperarse – solo los partidos del recicle los que empujan la legalización, la convivencia pacífica y el retorno de las instancias más revoltosas en categorías más asimilables por el Poder, pero también de sectores del área que, con las debidas reservas llamaremos de “movimiento”, en concreto del área de la llamada Autonomía.

En este caso parece que las instancias de legalización y/o conciliación con las instituciones fueran a la par con la consolidación de sus mismas sedes, osea con el reconocimiento de un poder – o contrapoder que sea. Esto es consecuencia directa de un modo de vivir las ocupaciones que poco tiene que ver con los propios deseos y la ganas de liberarse, pero que deriva de una metodología política que ha demostrado todos sus monstruosos fallos también en el plano individual.

Para entender mejor cuales son las responsabilidades del movimiento de legalización hemos de tener en cuenta lo siguiente:

1.- Para ellos el Centro Social solo se legitima a través de unas funciones dirigidas a las masas.

2.- Contenidos, formas de comunicación, usuarios y sobretodo actividades son establecidas en estrecha relación a la existencia de clases sociales precisas (las mismas que el Poder ofrece): proletariado (¡.?.!), estudiantes, inmigrantes de color.

3.- La dimensión revolucionaria individual es ignorada, osea la vida de cada unx no cambia para nada, solo se divide en tiempo de lo “privado” y tiempo “libre” militante.

4.- Desaparición absoluta de imaginario revolucionario: no más “No creas en los media” si no “los usamos porque el mensaje es fuerte”; no más “Por tener un futuro hay que soñarlo primero”, porqué “es el momento de ser concretos, siempre hay una masa en la plaza a lo cual dar indicaciones precisas”; no más “Contra la mafia de los partidos”, porqué “no todos los partidos son iguales, hay partidos de izquierda con amigos que conocemos que nos pueden ayudar, aconsejar, defender, sustentar, financiar”; el enemigo solo es la Derecha.

Tengamos en mente estos cuatro detalles.

Encuadrémoslo en el panorama nacional en el cual se mueven al menos un centenar de ocupaciones, aunque los medios de información (como es costumbre de cada mass-media) reflejes solamente las posiciones de dos grandes realidades organizadas: Roma y Milano.

Y pensamos ahora en aquellas que pueden ser las consecuencias de acuerdos tomados por sitios grandes en estas dos ciudades hacia el resto del mundo: antes de todo, es evidente que si hasta allí (donde están las masas, y donde entonces, según la mentalidad democrática y ovejil, están las luchas más grandes, aunque con poco sentido político o revolucionario) no se puede ocupar y tener un sitio sin bajar a pactos con los partidos, imaginarse en la provincia o por aquellas que – maldición! – tienen la culpa de no tener una masa detrás de si!

Y imaginémonos la actitud de los administradores que, frente a semejantes ejemplos, serán ciertos de sus invulnerabilidad política en caso que desalojaran a quien no se agache a semejantes pactos; cuando hay semejantes precedentes, la carrera es asegurada (a menos que no corra la sangre, y en este caso los hecho serían AUN MÁS descarados)

Todos los demás sitios, tanto aquellos que surgieron hace ya tiempo, como los más nuevos, aquellos de las metrópolis pero aún más los de los pueblos pequeños y de la provincia, SOBRETODO LOS QUE NO SE AGACHAN, se encontrarán ante una represión inmediata y militar o bien ante la alternativa de aceptar condiciones aceptadas previamente por otras realidades “más arriba”, que son más legitimadas frente a la autoridad.

Y todas las ocupaciones que CONTINÚAN SIN QUERER SABER NADA DEL DIÁLOGO CON EL PODER y que se ven obligadas a convivir con agrupaciones que han optado por el reconocimiento legal, serán desalojadas por la fuerza; los desalojadores se verán legitimados plenamente en su obra de represión por los acuerdos previos tomados en las grande ciudades con los sitios grandes. Acuerdos que establecen también a los ojos de la opinión pública, una línea divisoria entre buenos (que aceptan el diálogo con las instituciones) y malos (que lo rechazan).

Se serrará indefinidamente la posibilidad de realizar nuevas okupaciones, come bien se puede ver en otros países de Europa donde se está haciendo la legalización de los squats. Quien quiera un espacio podrá enviar un pedido a las administraciones y esperar con fe. Quien seguirá okupando obstinadamente será desalojado con inmediatez.

La gravedad de las responsabilidades de quien quiere o busca un diálogo no necesario con el poder se amplía aún más por el hecho de que este sector se presenta como un grupo compacto que por cada iniciativa/campaña ha indicado una línea rigurosamente aceptada por todxs sus afiliadxs, creando posicionamientos específicos dentro de la misma extrema izquierda: no es casual que existan situaciones de conflictividad en ciudades como Roma, Pádova, Florencia y Milano. Las situaciones que, estando en la izquierda, no se posicionan, no están para nada consideradas y quedan ignoradas por la información oficial; la única voz representativa hacia el exterior es aquella que ha decidido tener un dialogo con las instituciones y que se impone como ÚNICO interlocutor válido.

De allí la presentación de asambleas nacionales que se auto-definen como únicas representantes del así llamado movimiento.

También es claro que si existe quien construye una linea univoca, existe todo lo demás (osea la mayoría de las experiencias de okupación) que se encuentra de hecho al otro lado, sin haber tomado partido o sin quierer tomar partido. Para ellxs no hay alternativa frente a la confrontación con el Poder si no la de confrontarse con una linea QUE ELLXS NO HAN PEDIDO NI QUERIDO, pero con la cual tienen que forzosamente confrontarse; y esto se llama, quieras o no, prevaricación.

Naturalmente, ésta legalización nunca será única y unívoca, sino que abarcará todo un panorama de posibilidades que comprenderán la asociación legalizada (con estatutos, presidente, carnets…), la cooperativa, el alquiler simbólico o quizás no simbólico pero pagado por la administración pública, la convivencia con otras asociaciones de todo tipo, el respeto de las normas anti-incendio, de higiene, viabilidad y habitabilidad con sucesivos controles de funcionarios y madera. Y luego la SIAE (SGAE en Italia, ndt), la licencia para el alcohol, los impuestos (lo que proponían los Verdes a Torino: los Centro Sociales ganan dinero, entonces tienen que sacar recibos y declarar los impuestos como todos los demás…), etc. etc. No serán quizás todas estás cosas, quizás no todas en una vez, pero una vez abierto, la questión no se va a poder serrar nunca más. Es también obvio que el Estado, ya muy satisfecho de haber creado el precedente para enfrontar y resolver el problema, no pondrá a los Grandes C.S. de las Grandes ciudades una condiciones inicuas que puedan desencadenar las reacciones de la base, pero no se hará ningún problema a imporlas desde el principio a las realidades minores.

También debido a esto, aparece obvia la consecuenzialidad de la política de la autonomía: los lugares que conseguirán el dialogo con el Poder sin perder el sitio serán solo aquellos que habrán atraído las masas hacia ellos, poniéndose demagogicamente como vanguardia política, los que entonces tendrán a su lado el factor de la agregación y entonces la voz en los periódicos y televisiones, legitimados frente a la opinión publica y a las instituciones, todo según el dogma democrático: la mayoría siempre tiene razón.

Si el eje maestro de la lucha por la ocupación tiene que ser la seguridad de la intangibilidad del sitio, la seguridad del reconocimiento de su propio estatus, se va a perder todo el elemento psicológico de ruptura de lo vivido que caracteriza una voluntad revolucionaria.

Quien realmente desee un cambio radical no puede buscar seguridades, pues la única seguridad que podamos tener es la de conservar la dignidad propia como individuos rebeldes frente a un mundo en el que no podemos vivir libres, el resto es una trágica ingenuidad o una alienante mistificación de la vida.

Por otra parte, lxs anarquistas, no siendo un movimiento ni teniendo líneas ni organismos centrales, viven del modo más heterogéneo la ocupación y la autogestión, dejando el campo libre a la experimentación a quien vive directamente las experiencias en el territorio, y justo por esto evitando con mucho cuidado de proveer indicaciones precisas y prescripciones ideológicas sobre las modalidades de la circunstancia.

Los solos principios que queremos ratificar, no solamente hacia lxs anarquistas, si no también hacia todxs lxs que aspiran a un recorrido de autogestión dirigido a la subversión de este estado de las cosas, es que cuanto más libres seamos mejor; parece obvio, pero no buscaremos jamás diálogos con las instituciones (y mucho menos con partidos, ní de derecha, ní de izquierda) excepto en ocasiones de extrema necesidad. A nosotros nos parece que el destino de las okupaciones, sobre todo en las grandes ciudades, no están completamente a la mercé de los favores de los partidos o de la ley, hecho que pasa más a menudo en otros lugares; no podemos si no valorar una semejante operación como un intento de legitimación de un poder para-institucional que nada tiene que ver con la autogestión y la revuelta.

No tenemos la intención de servir de cebo a esta política oportunista de revisionismo.

Si esto va a pasar, sabremos a quien pedir cuenta. Por esto señalizamos desde ahora estos compromisos humosos con todo el cargo de amenazas que esconden.

Por tanto no nos interesa ser “tantos” más como podamos, si no es verificando en nuestras practicas cotidianas de acción directa, la afinidad que nos ata a las personas individuales.

No nos queremos encontrar en un “movimiento” de clubs alternativos que persigan el sueño del negocio-show, o que quieren ir tirando col mercadillo de los pobres, y aún menos con unas células para-institucional preparadas para juntarse con organismos de poder (aunque de izquierda) con tal de sobrevivir y cumplir así con un fantasmal papel de vanguardia de las masas.

Nuestro objetivo es la destrucción de la política y por lo tanto no queremos ningún tipo de Poder, el Poder ha de ser destruido.

Proponemos entonces la máxima difusión, sobre todo a través de la acción directa, de las distintas experiencias de autogestión declaradamente revolucionarias como heterogeneidad operativa de las experiencias de ocupación en todo el territorio nacional e INTERNACIONAL. Solicitamos una serie de encuentros para intercambiar información y experiencias sobre las metodologías a-legales y fuera de las instituciones que toquen todos los aspectos, individuales y colectivos, de quien ha decidido, por su propia elección – y no por miserable necesidad – de vivir según principios de autogestión y libertad.

Los temas que proponemos son por lo tanto aquellos de quien opera activamente y cotidianamente en distintos ámbitos; autofinanciación, organización de conciertos fuera del negocio alternativo, autoproducción, distribución, autoconstrucción, actividades de suporte a las realidades menores, propaganda de nuestras ideas y nuestras actividades; y a todo el abanico de actividades externas a la ocupación en si: antimilitarismo, anticlericalismo, abstencionismo, control social, crítica al trabajo y otras formas de lucha autogestionaria.

Contra la centralización, contra la homogeneidad, contra toda alineación, difundamos mil prácticas de liberación.

Fin

El Paso Occupato – Via Passo Buole 47 – Torino
Barocchio Occupato – Strada del Barocchio 27 – Grugliasco To

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