No nos encontraréis ahí. Sobre violencias de género y gestiones colectivas [CAS-CAT-ITA]

fuente: https://projectex.home.blog/

[CAS]

Escribimos este comunicado con la finalidad de compartir la preocupación y el hastío que nos han generado muchas situaciones que hemos conocido o vivido directamente en los últimos tiempos en relación con la definición de la violencia de género y su gestión en los movimientos sociales y libertarios.

Partimos de la idea de que las violencias de género son producto de un modelo heteronormativo que impone una única forma de existencia en cuanto a lo que es nuestro cuerpo, nuestra identidad, nuestra expresión de género, nuestra sexualidad y nuestras relaciones. Todas aquellas personas que no cumplimos con esta norma nos podemos ver o nos hemos visto expuestas a violencias, ya que estas son el castigo a las transgresiones y al incumplimiento de la heteronorma. Y las que suceden en los espacios que debieran ser de apoyo y solidaridad hacen insostenibles las vidas y las militancias de lxs que luchan, y por ello nos oponemos firmemente a ellas. Todas las personas que firmamos este comunicado llevamos años luchando contra el heteropatriarcado, así como por la liberación de todxs.

Ahora bien, una vez expuesta nuestra postura nos resulta imprescindible compartir una reflexión respecto a cómo el discurso feminista hegemónico está definiendo las violencias y, por defecto, se están gestionando las así denominadas agresiones.

La primera cuestión que nos resulta problemática es la forma en la que se está enmarcando, conceptualizando y considerando la Violencia de Género. Desde determinados feminismos se nombra con este término desigualdades de género estructurales o simbólicas, provocando que el concepto violencia tome un espectro demasiado grande de significados. Hemos llegado al escenario en el que una mirada, un tono elevado en una asamblea, una insistencia en mantener una conversación o un acercamiento torpe son considerados actos de violencia. Nombrando así actos tan leves se magnifica la violencia y su alcance, promoviendo una especie de estado de alarma o de terror sexual que sirve como justificación a actitudes airadas, agresivas y absolutamente desproporcionadas hacia quien los comete. No queremos decir que ciertas actitudes no tengan un componente de género, pero de reproducir el sexismo o tener una actitud sexista a cometer un acto violento o una agresión va un trecho.

Así las cosas, lo peor de todo son las consecuencias que esta definición de violencia está generando ya que, lejos de resultar empoderante o liberadora, es claramente victimizante, paternalista y criminalizadora.

Por una parte, nombrar actos de tan baja intensidad como violencia da una idea de que las mujeres y las personas diversas en cuanto al género y la sexualidad, principales víctimas de este fenómeno, son excesivamente vulnerables, lábiles y sensibles, para las cuales solo una mirada podría dañarlas y resultarles absolutamente inadmisible. Además, una víctima definida de tal manera está autorizada a reaccionar de la forma en que le venga en gana y se le  admite cualquier actitud irracional, emocionalmente exagerada de rabia o de tristeza; avalada por el hecho de haber sido víctima de la supuesta situación de violencia.

Pero esta victimización (de las mujeres y personas con diversidad sexual y de género) no se da únicamente en estos casos que estamos tratando –donde se hace un uso extremadamente extensivo del término violencia-, sino también en aquellos en los que de forma efectiva se ha producido una situación de violencia de género. No negamos que en los entornos de lucha y militancia se (re)producen estas violencias, sin embargo, entendemos que la forma en que se explican sus causas y el modo en que se acoge a la víctima condicionan los mecanismos que se proponen para abordar esta situación; siendo la (re)victimización su perversa consecuencia. La legitimación de la víctima para actuar de cualquier modo, el cuestionamiento de su agencia al negarle la capacidad de elaborar estrategias útiles y no solo vengativas y la magnificación de los efectos que esta violencia haya podido tener sobre ella son ejemplos de esta victimización.

En cualquiera de los casos, entender así  las violencias de género –sean de la intensidad que sean- lleva como contrapartida tener que abordarlas de una manera determinada y limitada, que suele derivar en estrategias criminalizadoras hacia quien las comete; cuando la criminalización nunca estuvo entre los planes de quienes pretenden transformar el mundo.

PRIMERAS MEDIDAS, PROPIAS DEL ESTADO… Y DEL ESPECTÁCULO

La prohibición del denominado “agresor” a frecuentar determinados espacios, el escarnio público mediante la propagación de imágenes o nombres completos, la obligatoriedad de llevar a cabo “terapias reparativas” con el control y supervisión de las mismas, la violencia física o las amenazas, etcétera, han sido y siguen siendo estrategias criminalizadoras utilizadas contra las personas que han sido acusadas de cometer algún acto considerado de violencia de género.

No decimos que estas estrategias no pudieran ser necesarias en un momento determinado, asumiéndolo como un fracaso colectivo, con la finalidad de proteger a la víctima o advertir a otras personas ante la peligrosidad de reincidencia. En ese caso, con anterioridad, habríamos contado con el espacio para plantearnos formas menos constrictivas y punitivas de resolver la situación preservando la calidad ética de nuestra actuación y la reparación del daño a la víctima. Pero, lamentablemente, está siendo imposible en estos tiempos plantear en espacios militantes/activistas estas formas mediadas o menos castigadoras de gestión de las violencias sin ser acusada de complicidad con las mismas o de “agredir” directamente al resto del quorum presente.

Nos resulta inadmisible la propagación de datos sin contrastar o informaciones privadas de personas acusadas de agresión, sin proceder a realizar un mero intento de mediación y sin tener en cuenta que algunos de los actos que se denuncian son actos de bajísima intensidad o actos realizados hace años. Todos estos ejemplos los pudimos ver en el caso de la cuenta de Twitter “agressorsmusica”. De la misma forma, nos resulta cuestionable y controvertible que a personas que hayan podido llevar a cabo un acto denominado sexista y que estén dispuestas a repararlo les sea negada la posibilidad de hacerlo y, en cambio, se las someta a amenazas de escarnio o denuncia pública como ha pasado con nuestro compañero y amigo Pablo Vaso. Podríamos nombrar innumerables ejemplos de actuaciones criminalizadoras hacia personas acusadas de agresión que impiden la posible transformación de la conducta, la reparación del daño a la víctima y que ponen en marcha una serie de mecanismos que naturalizan en las mujeres los significados de la bondad y la debilidad emocional y en los hombres los de la imposibilidad de transformación y la maldad intrínseca. Nosotrxs no creemos en hechos naturales y esenciales en cuanto al género.

DESEMPOLVANDO VIEJOS VALORES LIBERTARIOS

Esta forma de definir la violencia sin tener en cuenta las diferencias entre género simbólico, estructural e individual nos deja sin capacidad de nombrar qué sucede con toda la pluralidad y graduación de situaciones. Esto nos despoja de herramientas que se han ido construyendo desde algunos feminismos –y otras corrientes refractarias-, tanto para la superación de las mismas como para identificar qué las genera y por tanto responsabilizar a instituciones, personas o grupos de personas.

Es por todo ello que, sin ánimo de realizar un repaso exhaustivo de estrategias, queremos apuntar algunas cuestiones que nos parecen clave para reflexionar en torno a la gestión de las violencias de género.

Para empezar nos resulta imprescindible elaborar conceptualizaciones rigurosas y objetivas sobre los significados de la violencia de género y huir de la “prohibición” de graduar las conductas y las repercusiones de las mismas. La negación y censura de grados e intensidades resulta inútil para el proceso que debe llevarse a cabo respecto a la persona que ha agredido, pero además también es absolutamente perjudicial para la recuperación de las víctimas.

Por otra parte, es necesario que entendamos los espacios militantes como espacios para sostener la vida de cada vez más personas que luchan y no de menos. No creemos en las purgas, en las élites, ni en la ley del más fuerte. No creemos útiles los procesos de escarnio, ridiculización y agresividad que se han puesto de moda para defender cualquier idea. Las luchas basadas en la identidad, teniendo objetivos y principios muy valiosos, están tomando como estrategia la agresividad verbal hacia el/la otrx, en una especie de pugna antagónica hacia personas comprometidas que estarían dispuestas a transformar sus actitudes machistas, lgtbifóbicas o racistas. En cambio, son insultadas y apartadas de las luchas por una simple cuestión de procedencia identitaria naturalizante y esencialista. Todo ello, bajo la presunción asumida y publicitada de que las militantes y activistas no están aquí para hacer pedagogía. Lo sentimos, pero lxs anarquistas siempre hemos creído que la educación y la pedagogía eran la base de la transformación social, sin olvidar otras estrategias, y no estamos dispuestas a abandonarlas. Creemos en espacios de transformación social y de libertad, no de escarnio, maniobras de poder y castigos.

Estos espacios de transformación social deben servir también para des-aprender y deconstruir los géneros a la vez que elaboramos formas individuales de existencia en libertad, sin coerción ni imposición grupal. Deconstruir los géneros tiene que ver con este proceso de pensar el cómo hemos llegado a ser “hombres” y “mujeres”, y cuáles son los mecanismos que continúan convirtiendo estas identidades en necesarias. Esto nos ayudará por una parte a identificar las instituciones y estructuras coercitivas que siguen imponiendo los géneros como imprescindibles para así poder atacarlas. Pero, por otra parte, nos ayudará a desnaturalizar la idea de que la feminidad implica de forma intrínseca bondad, acceso a la verdad, inocencia y fragilidad emocional; así como que la masculinidad es en sí misma maldad, opresión y violencia.

Por último, apelamos a la responsabilidad individual y colectiva en los procesos de reflexión y gestión respecto a las violencias de género. La “lavada de manos” ante las consecuencias de nuestras estrategias de lucha es una tendencia inaceptable. Las violencias de género no son responsabilidad única de quienes las cometen, y es por ello que, además de acompañar la recuperación de las víctimas, sería importante pensar en formas, colectivas y no vergonzantes, de acompañar el proceso de cambio de quien agrede y está dispuesto a plantearse un cambio y reconocer el error. Las consecuencias hacia quien comete actos de violencia de género deben ser siempre acordes con la intensidad del acto de violencia, pero principalmente a la intencionalidad de reparación y de cambio.

Y es desde esta responsabilidad desde la que escribimos y hacemos público este texto. Es desde la responsabilidad desde donde vencemos el miedo al escarnio y a la falsa susceptibilidad y opacidad. Desde la responsabilidad pensamos que la reflexión nunca resta, sino que suma y es necesaria para hacer crecer nuestras luchas.

¡Contra toda dominación!

¡Por la revolución feminista!

(para reflexiones, discusiones o debate: projectexprojectex@gmail.com).

PROJECTE X


[CAT]

Escrivim aquest comunicat amb la finalitat de compartir la preocupació i el tedi que ens han generat moltes situacions que hem conegut o viscut directament en els últims temps en relació a la definició de  violència de gènere i la gestió d’aquestes als moviments socials i llibertaris.

Partim de la idea que les violències de gènere són producte d’un model heteronormatiu que imposa una única forma d’existència en quant al que és el nostre cos, la nostra identitat, la nostra expressió de gènere, la nostra sexualitat i les nostres relacions. Totes aquelles persones que no complim amb aquesta norma ens podem veure o ens hem vist exposades a violències, ja que aquestes són el càstig a les transgressions i al no compliment de l’heteronorma. I les que succeeixen als espais que haurien de ser de suport i solidaritat fan que les vides i les militàncies dels qui lluiten es facin insostenibles, és per això que ens oposem fermament a elles. Totes les persones  que signem aquest comunicat fa anys que lluitem contra l’heteropatriarcat i per l’alliberament de totes.

Ara bé, un cop exposada la nostra postura ens resulta imprescindible compartir una reflexió respecte a com el discurs feminista hegemònic està definint les violències i com, per defecte, s’estan gestionant les així denominades agressions.

La primera qüestió que ens resulta problemàtica és la manera en la qual s’està emmarcant, conceptualitzant i considerant la Violència de Gènere.

Des de determinats feminismes es nomenen amb aquest terme desigualtats de gènere estructurals o simbòliques, provocant que el concepte violència comprengui un espectre massa gran de significats. Ens trobem en un escenari en el qual una mirada, un to elevat a una assemblea, una insistència a mantenir una conversa o un apropament maldestre són considerats actes de violència. Anomenant així actes tant lleus es magnífica la violència i el seu abast, promovent una espècie d’estat d’alarma o terror sexual que serveix com a justificació a actituds airades, agressives i absolutament desproporcionades cap a qui les ha comès. No volem dir amb això que certes actituds no tinguin un component de gènere, però de reproduir el sexisme o tenir una actitud sexista a cometre un acte violent o una agressió hi va un bon tros.

Així doncs, el pitjor de tot són les conseqüències que aquesta definició de violència està generant, ja que, lluny de resultar apoderant o alliberadora, és clarament victimitzant, paternalista i criminalitzadora.

Per una part, anomenar actes de tant baixa intensitat com a violència fa pensar que les dones i les persones diverses en quan al gènere i la sexualitat, principals víctimes d’aquest fenomen, són excessivament vulnerables, làbils i sensibles, per la qual cosa una sola mirada podria danyar-lxs i resultar-lxs absolutament inadmissible.

A més, una víctima definida de tal manera està autoritzada a reaccionar de la forma que li vingui de gust i se li permet qualsevol actitud irracional, emocionalment exagerada de ràbia o tristesa; avalada pel fet d’haver sigut víctima de la suposada situació de violència.

Però aquesta victimització (de les dones i les persones amb diversitat sexual i de gènere) no es dóna únicament en aquests casos que estem tractant – on es fa un ús extremadament extensiu del terme violència-, sinó també en aquells en els que de forma efectiva s’ha produït una situació de violència de gènere. No neguem que en els entorns de lluita i militància es (re)produeixin aquestes violències, tot i que entenem que la manera en la qual s’expliquen les causes i la manera en la qual s’acull a la víctima condicionen els mecanismes que es proposen per abordar aquesta situació; sent la (re)victimització la seva perversa conseqüència. La legitimació de la víctima per actuar de qualsevol manera, el qüestionament de la seva agència al negar-li la capacitat d’elaborar estratègies útils i no només venjatives i la magnificació dels efectes que aquesta violència hagi pogut tenir sobre ellx són exemples d’aquesta victimització.

En qualsevol dels casos, entendre així les violències de gènere – siguin de la intensitat que siguin- porta com a contrapartida haver d’abordar-les d’una manera determinada i limitada, que sol derivar en estratègies criminalitzadores cap a qui les comet; en tant que la criminalització mai va estar entre els plans dels qui pretenen transformar el món.

PRIMERES MESURES, PRÒPIES DE L’ESTAT… I DE L’ESPECTACLE

La prohibició de l’anomenat com a “agressor” a freqüentar determinats espais, l’escarni públic mitjançant la propagació d’imatges o noms complets, l’obligatorietat de dur a terme “teràpies reparatives” controlades i supervisades, la violència física o les amenaces, etcètera, han estat i segueixen sent estratègies criminalitzadores usades contra les persones que han estat acusades de cometre algun acte considerat violència de gènere.

No volem dir que aquestes estratègies no puguin ser necessàries en un moment determinat, assumint-les com a un fracàs col·lectiu, amb la finalitat de protegir la víctima o avisar altres persones davant la perillositat de reincidència. En aquest cas, anteriorment, haguérem comptat amb l’espai per a plantejar-nos maneres menys constrictives i punitives de resoldre la situació preservant la qualitat ètica de la nostra actuació i la reparació del dany a la víctima. Però, lamentablement, està sent impossible en aquests temps plantejar a espais militants/activistes aquestes formes mitjançades o menys castigadores de gestió de les violències sense ser acusades de complicitat amb les mateixes o d’“agredir” directament la resta del quòrum present.

Ens sembla inadmissible la divulgació de dades sense contrastar o informacions privades de persones acusades d’agressió, sense procedir a realitzar un mer intent de mediació i sense tenir en compte que alguns dels actes que es denuncien són actes de molt baixa intensitat o actes realitzats fa anys. Tots aquests exemples els vam poder veure al cas del compte de Twitter “agressorsmúsica”. De la mateixa manera, ens resulta qüestionable i controvertible que a persones que hagin pogut dur a terme un acte denominat sexista i estiguin disposades a reparar-lo els hi sigui negada la possibilitat de fer-ho i, en canvi, se’ls sotmeti a amenaces d’escarni o denúncia pública com ha passat amb el nostre company i amic Pablo Vaso. Podríem anomenar innombrables exemples d’actuacions criminalitzadores cap a persones acusades d’agressió que impedeixen la possible transformació de la conducta, la reparació del dany a la víctima i que posen en marxa una sèrie de mecanismes que naturalitzen en les dones els significats de la bondat i la debilitat emocional i en els homes els de la impossibilitat de transformació i la maldat intrínseca. Nosaltres no creiem en fets naturals i essencials pel que fa al gènere.

ESPOLSANT VELLS VALORS LLIBERTARIS

Aquesta forma de definir la violència sense tenir en compte les diferències entre el gènere simbòlic, estructural i individual ens deixa sense capacitat de nomenar què succeeix amb tota la pluralitat i gradació de situacions. Això ens despulla d’eines que s’han anat construint des d’alguns feminismes -i altres corrents refractaris-, tant per la superació de les mateixes com per a identificar què les genera i, per tant, responsabilitzar a institucions, persones o grups de persones.

És per això que, sense ànim de realitzar un repàs exhaustiu d’estratègies, volem apuntar algunes qüestions que ens semblen clau per reflexionar entorn de la gestió de les violències de gènere.

Per començar ens resulta imprescindible elaborar conceptualitzacions rigoroses i objectives sobre els significats de la violència de gènere i fugir de la “prohibició” de graduar les conductes i les repercussions d’aquestes. La negació i la censura de graus i intensitats resulta inútil pel procés que s’ha de dur a terme respecte a la persona que ha agredit, però a més també és absolutament perjudicial per a la recuperació de les víctimes.

Per  altra banda, és necessari que entenguem els espais militants com espais per sostenir la vida de cada vegada més persones que lluiten i no de menys. No creiem en les purgues, en les elits, ni en la llei del més fort. No creiem útils els processos d’escarni, ridiculització i agressivitat que s’han posat de moda per defensar qualsevol idea. Les lluites basades en la identitat, tenint objectius i principis molt valuosos, estan agafant com a estratègia l’agressivitat verbal cap a l’altre, en una espècie de pugna antagònica cap a persones compromeses que estarien disposades a transformar les seves actituds masclistes, lgtbifòbiques o racistes. En canvi, són insultades i apartades de les lluites per una simple qüestió de procedència identitària naturalitzant i essencialista. Tot, sempre, sota la presumpció assumida i publicitada que les i els militants i activistes no estan aquí per fer pedagogia. Ho sentim, però les i els  anarquistes sempre hem pensat que l’educació i la pedagogia eren la base de la transformació social (sense oblidar altres estratègies) i no estem disposades a abandonar-les. Creiem en espais de transformació social i llibertat, no d’escarni, maniobres de poder i càstigs.

Aquests espais de transformació social han de servir per des-aprendre i deconstruir els gèneres a la vegada que elaborem formes individuals d’existència en llibertat, sense coerció ni imposició grupal. Deconstruir els gèneres té a veure amb aquest procès de pensar com hem arribat a ser “homes” i “dones”, i quins són els mecanismes que continuen convertint aquestes identitats en necessàries. Això ens ajudarà per una part a identificar les institucions i estructures coercitives que segueixen imposant els gèneres com a imprescindibles per així poder atacar-les. Però, d’altra banda, ens ajudarà a desnaturalitzar la idea que la feminitat implica de manera intrínseca bondat, accés a la veritat, innocència i fragilitat emocional; així com la masculinitat és en si mateixa maldat, opressió i violència.

Per últim, apel·lem a la responsabilitat individual i col·lectiva en els processos de reflexió i gestió respecte a les violències de gènere. El “rentat de mans”  davant les conseqüències de les nostres estratègies de lluita és una tendència inacceptable. Les violències de gènere no són responsabilitat única dels qui les comenten, i es per això que, a més d’acompanyar a la recuperació de les víctimes, seria important pensar en formes, col·lectives i no vergonyants, d’acompanyar el procés de canvi de qui agredeix i està disposat a plantejar-se un canvi i reconèixer l’error. Les conseqüències cap a qui comet actes de violència de gènere han de ser sempre acord amb la intensitat de l’acte de violència, però principalment a la intencionalitat de reparació i de canvi.

I és des d’aquesta responsabilitat que escrivim i fem públic aquest text. És des de la responsabilitat des d’on vencem la por a l’escarni i a la falsa susceptibilitat i opacitat. Des de la responsabilitat pensem que la reflexió mai resta, sinó que suma i és necessària per fer créixer les nostres lluites.

¡Contra tota dominació!

¡Per la revolució feminista!

PROJECTE X


[ITA]

Scriviamo questo comunicato col fine di condividere la preoccupazione e l’astio generati da molte situazioni che abbiamo conosciuto o vissuto direttamente negli ultimi tempi, in relazione alla definizione della violenza di genere e la sua gestione nei movimenti sociali e libertari.

Partiamo dall’idea che le violenze di genere sono il prodotto di un modello etero-normativo che impone un’unica forma di esistenza per quanto riguarda il nostro corpo, la nostra identità, la nostra espressione di genere, la nostra sessualità e le nostre relazioni. Tutte quelle persone che, come noi, non rispettano questa norma, si possono vedere o si sono viste esposte a violenze, poiché queste sono la punizione della trasgressione e il non rispetto dell’etero-normativa. E le violenze che si verificano in questi spazi, che dovrebbero essere di appoggio e di solidarietà, rendono insostenibile la vita e la militanza di coloro che lottano, e per questo ci opponiamo a esse fermamente. Tutte le persone che firmano questo comunicato, da anni lottano contro l’eteropatriarcato e per la liberazione di tuttx.

Bene, ora che abbiamo esposto la nostra posizione, ci risulta imprescindibile condividere una riflessione rispetto a come il discorso femminista egemonico sta definendo le violenze e, di conseguenza, a come si stanno gestendo le cosiddette aggressioni.

La prima questione che ci risulta problematica è la forma in cui si sta inquadrando, concettualizzando e considerando la Violenza di Genere. Da determinati femminismi si nominano, con questo termine, ineguaglianze di genere strutturali o simboliche, provocando che il concetto di violenza includa uno spettro troppo grande di significati. Siamo arrivatx al punto che uno sguardo, un tono elevato durante un’assemblea, un’insistenza nel mantenere una conversazione o un avvicinamento impacciato sono considerati atti di violenza. Nominando in questo modo atti così lievi, si ingrandisce la violenza e la sua portata, promuovendo una specie di stato d’allarme o di terrore sessuale che serve come giustificazione ad attitudini irose, aggressive e assolutamente sproporzionate verso chi le commette. Non vogliamo dire che certe attitudini non abbiano una componente di genere, però tra riprodurre il sessismo o avere una attitudine sessista e il commettere un atto violento o una aggressione c’è una certa differenza.

Per cui il peggio sono le conseguenze che questa definizione di violenza sta generando, che già lontane dal risultare emancipanti e liberatrici, sono chiaramente vittimizzanti, paternaliste e criminalizzatorie.

Da un lato, chiamare atti di così bassa intensità come “violenze” dà un’idea delle donne e delle persone diverse per quanto riguarda genere e sessualità, principali vittime del fenomeno, come persone eccessivamente vulnerabili, labili e sensibili, per le quali anche solo uno sguardo potrebbe ferire e risultare assolutamente inammissibile. In più, una vittima definita in questo modo, è autorizzata a reagire in modo indiscriminato e le si concede qualsiasi attitudine irrazionale, emotivamente esagerata di rabbia o tristezza, avvallata dal fatto di essere stata vittima della supposta situazione di violenza.

Però, questa vittimizzazione (di donne e persone con diversità sessuale e di genere) non accade solo nei casi che stiamo trattando – dove si fa un uso estremamente esteso del termine violenza – ma anche in quelli dove effettivamente si è verificata una situazione di violenza di genere. Non neghiamo che negli ambienti di lotta e militanza si (ri)producono queste violenze, senza dubbio, intendiamo che la maniera in cui si spiegano le cause e il modo in cui si accoglie la vittima, condizionano i meccanismi che si propongono per affrontare questa situazione: essendo la (ri)vittimizzazione la sua perversa conseguenza.

Sono esempi di questa vittimizzazione: la legittimazione della vittima ad agire in modo indiscriminato, la messa in discussione del suo agire che nega la capacità di elaborare strategie utili e non solo vendicative, l’ingrandimento degli effetti che questa violenza ha potuto avere su di lei.

In ognuno di questi casi, comprendere le violenze di genere – di qualsiasi intensità esse siano – ha come controparte il fatto di doverle affrontare in modo determinato e limitato, il che di solito sfocia in strategie criminalizzatorie verso chi le commette; quando la criminalizzazione non è mai stata nei piani di chi pretende trasformare il mondo.

Prime misure, proprie dello stato… e dello spettacolo

La proibizione per il denominato “aggressore” a frequentare determinati spazi, la gogna pubblica mediante la propagazione di immagini o nomi completi, l’obbligatorietà di portare avanti “terapie riparative” – insieme al loro controllo e supervisione – la violenza fisica o le minacce, ecc, sono state e continuano ad essere strategie criminalizzatorie utilizzate contro le persone che sono state accusate di aver commesso un qualche atto considerato di violenza di genere.

Non diciamo che queste strategie non potrebbero essere necessarie in un determinato momento, prendendole come un fallimento collettivo, con la finalità di proteggere la vittima o avvertire altre persone del pericolo di reiterazione. In questo caso, avremmo precedentemente fatto affidamento sullo spazio per portare avanti forme meno costrittive e punitive per risolvere la situazione, preservando la qualità etica del nostro agire e la riparazione del danno alla vittima. Purtroppo però, ultimamente è impossibile portare avanti negli spazi militanti / attivisti queste forme di mediazione, o meno castigatrici, di gestione della violenza, senza essere accusatx di complicità con la stessa o di “aggredire” direttamente il resto del quorum presente.

Ci risulta inammissibile la divulgazione di dati senza conferma o informazioni private di persone accusate di aggressione, senza procedere a realizzare un mero tentativo di mediazione e senza tenere in considerazione che alcuni degli atti che si denunciano sono di bassissima intensità o risalenti ad anni prima.

Tutti questi esempi li abbiamo potuti vedere nel caso dell’account di twitter “agressorsmusica”.

Allo stesso modo, ci risulta criticabile e controvertibile il fatto che alle persone che hanno fatto un atto denominato sessista e che siano disposte a ripararlo, sia negata la possibilità di farlo, e al contrario, le si sommetta a minacce di derisione o denuncia pubblica come è successo con il nostro compagno e amico Pablo Vaso. Potremmo citare innumerevoli esempi di azioni criminalizzatorie verso le persone accusate di aggressione che impediscono la possibile trasformazione della condotta, la riparazione del danno alla vittima, e che danno adito ad una serie di meccanismi che naturalizzano nelle donne l’immagine della bontà e la debolezza emotiva e negli uomini quelli dell’impossibilità di trasformazione e la cattiveria intrinseca.

Noi non crediamo che il genere sia basato su fatti naturali ed essenziali.

Spolverando vecchi valori libertari

Questo modo di definire la violenza, senza tener conto delle differenze fra genere simbolico, strutturale ed individuale, ci lascia incapaci di definire cosa succede con il resto della pluralità e graduazione delle situazioni. Questo ci priva degli strumenti che si sono costruiti dentro alcuni femminismi – e altre correnti refrattarie – tanto nel superamento delle violenze, come per identificare che cosa le genera e quindi responsabilizzare le istituzioni, le persone o i gruppi di persone.

Perciò, senza credere di realizzare un ripasso esaustivo di strategie, vogliamo segnalare alcune questioni che ci sembrano chiave per riflettere sulla gestione delle violenze di genere.

Per cominciare, ci risulta imprescindibile elaborare concettualizzazioni rigorose ed obiettive sui

significati della violenza di genere e fuggire dalla “proibizione” di dare un gradiente alle condotte e alle loro ripercussioni. La negazione e la censura di differenti gradi e intensità, risulta inutile per il procedimento che deve portarsi avanti rispetto alla persona che ha aggredito, ma è addirittura assolutamente deleteria per il recupero delle vittime.

È altresì necessario che intendiamo gli spazi militanti come spazi per sostenere la vita di sempre più persone che lottano, e non di meno. Non crediamo nelle purghe, nelle elíte e nella legge del più forte. Non crediamo utili i processi di derisione, ridicolizzazione e aggressività che vanno ora di moda per difendere qualsiasi idea. Le lotte basate nell’identità, tenendo obiettivi e principi molto validi, stanno usando come strategia l’aggressività verbale verso glx altrx, in una specie di lotta antagonista verso persone compromesse che sarebbero disposte a trasformare le proprie attitudini maciste, lgbt-fobiche o razziste. Invece, sono insultate e allontanate dalle lotte per una semplice ragione di provenienza identitaria naturale e essenzialista. Tutto ciò, sotto la presunzione assunta e pubblicizzata che le militanti e attiviste non sono qui per fare pedagogia. Ci spiace, però noi anarchicx abbiamo sempre creduto che l’educazione e la pedagogia fossero la base della trasformazione sociale, senza dimenticare altre strategie, e non siamo dispostx ad abbandonarle. Crediamo negli spazi di trasformazione sociale e di libertà, non di ridicolizzazione, giochi di potere e castighi.

Questi spazi di trasformazione sociale devono servire anche per disimparare e decostruire il genere, mentre elaboriamo forme individuali di esistenza in libertà, senza coercizione né imposizioni di gruppo. Decostruire il genere ha a che fare con il pensare come siamo arrivati ad essere “uomini” e “donne” e quali sono i meccanismi che continuano a convertire queste identità in fattori necessari. Questo ci aiuterà da una parte ad identificare le istituzioni e le strutture coercitive che continuano a imporre i generi come imprescindibili, così da poterle attaccare. Altresì, ci aiuterà a estirpare l’idea che la femminilità implica intrinsecamente bontà, accesso alla verità, innocenza e fragilità emotiva e allo stesso modo che la mascolinità sia di per se malignità, oppressione e violenza.

Infine, ci appelliamo alla responsabilità individuale e collettiva nei processi di riflessione e gestione rispetto alle violenze di genere. Il “lavarsi le mani” di fronte alle conseguenze delle nostre strategie di lotta è una tendenza inaccettabile. Le violenze di genere non sono responsabilità unica di chi le commette, ed è per questo che, oltre ad accompagnare il recupero delle vittime, sarebbe importante pensare in una maniera collettiva e non umiliante di accompagnare il processo di cambiamento di chi aggredisce ed è disposto a riconoscere l’errore e pensare a come rimediare. Le conseguenze verso chi commette atti di violenza di genere devono essere sempre proporzionate all’intensità dell’atto di violenza, però improntate all’intenzione di riparazione e cambiamento.

Ed è da questa responsabilità che scriviamo e facciamo pubblico questo testo. È dalla responsabilità che vinciamo la paura della derisione, della falsa suscettibilità e opacità. Dalla responsabilità pensiamo che la riflessione non debba fermarsi e che sia necessaria per far crescere le nostre lotte.

Contro tutti i tipi di dominazione !

Per la rivoluzione femminista !

(Per riflessioni, discussioni o dibattiti: projectexprojectex@gmail.com)

Tradotto da Resiste! https://resiste.squat.net/

PROJECTE X

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